El estilo ácido de Bukowski es algo que siempre me ha alterado las neuronas, me cae desquiciadamente bien el tipo, es por eso que he decido escribir algo a cerca del último de los escritores malditos. Además de un muy pequeño paseo por los referentes más importantes de la literatura maldita hasta llegar al buen "Hank".
Charles Bukowski
Arte: Cuando se extingue el espíritu aparece la Forma.
–Bukowski-
¿Existe, pues, una Providencia diabólica que prepara la desgracia desde la cuna, que arroja con premeditación naturalezas espirituales y angélicas en medios hostiles, como a mártires en los circos?
-Baudelaire-
Malditos, heterodoxos y alucinados, así se ha denominado a todos aquellos escritores que han puesto de cabeza al mundo entero, a quienes escriben en la anarquía total, a quienes tienen el valor de vomitar en la calle toda la putrefacción humana, a quienes callan en los coliseos y gritan en las iglesias, a quienes fuman a diario el cigarrillo subversivo, a quienes beben a diario el licor de la desgracia, a quienes siempre tienen una sonrisa en la oscuridad, a quienes siempre levantan el dedo más largo de la mano a manera de saludo y despedida.
La literatura maldita nace en las cloacas del alma, ahí donde el dolor es totalmente irreductible. La desdicha, el infortunio, el fatalismo real, la miseria, son las características principales de esta literatura que ha sido condenada por una moral mojigata e ignorante y por ideologías de corto alcance. ¡Cuidado! Que para entender en su totalidad la literatura maldita es necesario cumplir con los requisitos: ser, en algún modo, desdichado. Si hay alguien que no comprenda esta literatura es por que no ha vivido lo suficiente porque a la manera de Nietzsche: “vivir es sufrir, porque vivir es necesitar”. Y de ningún modo se trata de aferrase a ver la vida de manera negativa sino ver la vida en la manera que nos toca vivir: realidad.
Una de las mejores líneas de Lorca
es,
“agonía, siempre
agonía…”
piensa en esto cuando
mates una
cucaracha o
recojas un hoja para
afeitarte
despertando en la mañana
para
enfrentar el
sol.
Bien podemos decir que la literatura maldita es primordialmente francesa. No porque hayan sido los franceses los creadores del género, sino porque simplemente la primer referencia, de literatura transgresora la encontramos en el siglo XIII en la figura de Rutebeauf quien, raro para la época, no escribía para la corte ni para el pueblo, sino para él mismo desdeñando todo tipo de critica. Hasta el siglo XVIII encontramos otro referente indiscutible del género, el Marqués de Sade, que de todos es sabido la manera de violentar la hipócrita inocencia del pueblo francés, aún hoy en día, sigue causando espanto en almas timoratas sometidas, inconcientemente, al estupro de la moral eclesiástica.
El siglo XIX es rico en malditos. Es en esta época cuando surge el termino de “malditos” gracias a cuatro personajes que desquiciaron no solo a Francia, al mundo entero: Verlaine, Rimbaud, Mallarmé y Baudelaire, este último considerado el más grande y fascinante de los “poetas malditos”. Hay un dicho popular que versa: el diablo los hace y ellos se juntan, hasta parece verdad. A partir de ellos, puedo decir, que surge la “maldición” como corriente literaria. La poesía de estos cuatro malditos ha influido en escritores de gran renombre. Existe toda una pléyade de figuras ceñeras que nos han hecho conmocionarnos con sus historias desgarradoras llenas de odio, depravación, excesos, de muerte.
Si bien es cierto que fue en Francia donde se dio el clímax de la maldición, hay otros países que tienen las condiciones perfectas para que este género se desarrolle de manera más que significativa. Estados Unidos siempre ha sido un caldo de cultivo excelente para que surjan almas valientes y guerreras pero desilusionadas, atormentadas y desquiciadas. El primero que mostró las ulceras de esa sociedad y el despreciable efecto que produce en las almas nobles fue ese personaje tan querido por su violenta pluma, hermosa e incisiva literatura y su increíble infortunio: Edgar Allan Poe.
Este norteamericano raquítico, profeta en su tierra, fue la musa infernal de los “poetas malditos”, principalmente de Baudelaire, de quien podemos encontrar un esplendido discurso acerca de la vida y obra del hombre más oscuro de la literatura americana. Además de Poe, Estados Unidos cultivó con gran facilidad a otros cuatro fascinantes escritores de fiera pluma y espíritu insumiso: Ernest Hemingway, Henry Miller, John Fante y el último escritor maldito que se llevó a su putrefacta tumba un legado de perdición, Charles Bukowski.
¿Qué podemos esperar de un hombre nacido en Alemania en una época de rencor y destrucción y que además toda su niñez fue victima de las exacerbaciones bestialmente violentas de su padre alcoholizado? ¿Cómo se espera el carácter de un niño que su cuna en ruinas aún despedía humo de los misiles de la primera guerra mundial y ya se gestaba la catástrofe de la segunda? Bukowski nació en 1920 en Andernach, bajo un cielo oscuro, con vientos gélidos que penetraban los huesos, en un ambiente hostil donde todos odiaban a todos, donde la miseria era más sanguinaria, donde la muerte era la única certeza, donde todos estos elementos se confabulaban para formar la desgraciada metáfora de su vida. A los pocos años de su nacimiento, la puntilla final, su padre se lo llevó a vivir a la ciudad de Los Ángeles, lugar que terminaría de forjar ese mezquino carácter que siempre lo caracterizó.
Siempre creció como un chico reprimido, introvertido, solitario, tal vez debido a la fuerte infección de acné que le dejara el rostro marcado de por vida, (no solo el rostro sino también su espíritu), tal vez por el desconcierto de vivir con una familia completamente disfuncional, tal vez ambas. El hecho es que el joven Charles tomó tempranamente el alcohol y el tabaco como únicos compañeros, su único refugio eran las bibliotecas, su hogar fue la calle, su entretenimiento fueron las apuestas y la lectura, él mismo dijo que si no hubiera sido por la lectura hubiera sido como cualquier otro vagabundo, es verdad, la literatura lo reivindicó, fue su tabla de salvación, la literatura fue el mejor bálsamo que pudo encontrar en esa miserable vida llena de tragedias, una vida en la que el Diablo y Dios, es sus facetas más oscuras, se encarnizaran despiadadamente hasta dejar una masa sanguinolenta que hasta ellos mismos les provocara el vomito. Lo mejor para Bukowski fue no haber creído en estos dos personajes, esto le dio congruencia a su vida, no puedo concebir la idea de un “Hank” Chinaski (su alter ego) recitando Our Father, who art in heaven, hallowed be thy name…, mientras se da golpes de pecho arrepintiéndose por sus pecados, ni siquiera implorando Salva satanas, In nomine die nostri satanas luciferi exelsi, Potentum tou mondi de inferno…, mientras bebe la espesa sangre de un buey recién degollado.
Una literatura que no refleje la vida de su autor no puede jactarse de serlo. Este concepto Bukowski lo entendió a la perfección, es por ello que toda su obra muestra la sordidez y pasión con la que vivió, su obra completa es una autobiografía total. En este sentido, nunca fue un lector contentadizo, siempre fue proclive hacia la literatura vivencial, hacia la literatura con la que pudiera identificarse, todas las historias que no cumplieran esos requisitos los consideraba “mierda literaria”.
“Yo era joven, pasaba hambre, bebía, quería ser escritor. Casi todos los libros que leía pertenecían a la Biblioteca Municipal del centro de Los Ángeles, pero nada de cuanto caía en mis manos tenía que ver conmigo, con las calles, ni con las personas que me rodeaban(...) Pero cierto día cogí un libro, lo abrí y se produjo un descubrimiento y entonces a semejanza del hombre que ha encontrado oro en los basureros municipales, me llevé el libro a una mesa (...) He ahí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos. El humor y el sufrimiento se entremezclaban con sencillez soberbia. Comenzar a leer aquel libro fue, para mí, un milagro…Tendría una influencia vitalicia en mis propios libros.
Ese hombre al que Bukowski hace referencia es John Fante, otro escritor norteamericano desconocido hasta entonces, de narrativa desquiciante con historias sucias plagadas de vagos incansables de serlo con sentimientos de inferioridad y culpabilidad, de quien “Hank” siempre fue admirador, tan es así que declaró que la literatura de Fante lo toma como un favor personal, pues le infundió el ánimo para seguir adelante en la intempestiva carrera de las letras. Esa admiración se puso de manifiesto al realizar el prologo de Pregúntale al polvo, con lo cual John Fante comenzó a leerse en Estados Unidos alrededor de 1980, cuando Bukowski ya goza del clamor de los jóvenes y la critica.
“Realismo Sucio” le llaman al tipo de literatura que hizo Bukowski, el titulo es claro, sin juegos ni pretensiones, es la descripción de la brutalidad real, es el reflejo de las oscuras vicisitudes de una vida destinada al fracaso; es la narración de cuadros trágicos en un lenguaje crudo y purulento.
El alcoholismo, drogadicción (en menor cantidad), el sexo morboso, la miseria, son las musas que inspiraron Bukowski, estos son los componentes de su literatura, toda su obra (autobiográfica) tiene ese halo de violencia que tanto agrada y se identifica con esta era postmoderna. Es el lenguaje tan desenfadado y la intensidad de las historias han compartido a Bukowski en el escritor favorito de los jóvenes, principalmente europeos y latinoamericanos, debido también a esas criticas acidas al imperialismo de su país, a descalificar tan severamente el falso “sueño americano”, convirtiéndolo en una ilusión para idiotas. Critica el ridículo Chauvinismo que tratan de imponerle a los jóvenes americanos, critica incluso a aquellos escritores que de alguna manera influyeron en su escritura: Heminway es un viejo idiota carente de talento; Miller es otro imbécil que no conoce nada de la vida, John Fante es la única persona que vale la pena.
En general, “Buko” es un inconforme por naturaleza casi todo le causa repulsión, hastío y no dudó un segundo en manifestarlo, mientras más trasgresor mejor.
- “Hank, te quiero”
-“Vete a la mierda, mejor chupame el pito” –
Esto era cotidiano para Hank. Pero no todo en la obra de Bukowski es desprecio, no es una bestia tan insensible como puede aparentar, tiene un lado amable por decirlo así, se le constriñen las vísceras en momentos cálidos, sintió desesperación en momentos de soledad, sufrió grandes remordimientos, pero lo mas extraño y más extravagante es que el cerdo estuvo enamorado, llego a hacer poesía violenta pero amorosa.
Esperando a la muerte como a un gato
que saltará sobre la cama
estoy muy afligido por mi esposa
ella verá este tieso blanco cuerpo
lo sacudirá una vez, quizás de nuevo
“Hank!”
Hank no responderá
no es mi muerte lo que me preocupa,
es mi esposa abandonada con este
montón de nada.
Quiero hacerle saber
sin embargo
que todas las noches
durmiendo a su lado
incluso los más triviales argumentos
fueron cosas siempre espléndidas
y las difíciles palabras
que siempre temí decir
pueden ser dichas ahora:
Te amo.
El lenguaje sigue siendo rudo, grosero pero la intención es la más noble. Para estos efectos debemos tomar en cuenta la belleza de lo feo, la fealdad es en algún modo belleza, que no encaje con nuestro canon estético, no implica ausencia de belleza. En el caso de Bukowski la fiereza y bestialidad de su palabra hace que nazca en la gente ese repudio “Violencia engendra violencia”, pero si a ese lenguaje le mezclamos esa intencionalidad sublime de la conciencia humana, la critica social, el amor al alcohol y el amor por una mujer nos da como resultado un Bukowski hilarante, divertido, mordaz, procaz, provocativo, irreverente, desenfadado, hiriente pero sobre todo una critica a la vida misma con la perspectiva mas cruda y corrosiva.
Así es Bukowski y así es su manera de hacer literatura, así es su pensamiento, como hojas de afeitar en la garganta. Hank el mejor, mas objetivo y mas sincero critico del mundo deja los precedentes de una literatura que se fabrica cada vez con mayor ahínco y odio. Bukowski el dueño de la calle y de las putas, Bukowski el de la lengua venenosa, Bukowski el escritor que le dio un nuevo sentido a la escritura contemporánea, Bukowski el que es sencillamente Charles Bukowski.