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Apoteosis masturbatoria

lunes, 17 de septiembre de 2007


En esta historia Bataille nos muestra el escenario perfecto para la representación obscena. Un mundo lleno de obsesiones oscuras llevadas al limite de fascinación, un entramado de deseos perversos que permea la posibilidad de sacar a flote nuestros instintos más animales, más bestiales, donde la corporeidad se muestra en todo su esplendor con todo y sus implicaciones, desde la contemplación pura de la estética antropomórfica hasta el goce impúdico de las secreciones corporales. Así, este velado disfrute, se pone de manifiesto en esta terrible y fascinante historia tan llena de semen, orina y saliva.

"La Historia del Ojo", deslenable y sucia para muchos sin duda, porque todavía impera una moral taimada, hipócrita, pero estoy seguro que en su fuero interno no dejarán de esbozar una sonrisa perversa al momento de leer esta obra, y si me lo permiten, no podrán reprimir una erección o el reblandecimiento de las “zonas más pantanosas” de aquello que Bataille llama “el más hermoso de los nombres del sexo”.


En el rincón de un corredor había un plato con leche para el gato: “Los platos están hechos para sentarse”, me dijo Simona. “¿Apuestas a que me siento en el plato?” —”Apuesto a que no te atreves”, le respondí, casi sin aliento.

Hacia muchísimo calor. Simona colocó el plato sobre un pequeño banco, se instaló delante de mí y, sin separar sus ojos de los míos, se sentó sobre él sin que yo pudiera ver cómo empapaba sus nalgas ardientes en la leche fresca. Me quedé delante de ella, inmóvil; la sangre subía a mi cabeza y mientras ella fijaba la vista en mi verga que, erecta, distendía mis pantalones, yo temblaba.

Me acosté a sus pies sin que ella se moviese y por primera vez vi su carne “rosa y negra” que se refrescaba en la leche blanca. Permanecimos largo tiempo sin movernos, tan conmovidos el uno como el otro.De repente se levantó y vi escurrir la leche a lo largo de sus piernas, sobre las medias. Se enjugó con un pañuelo, pausadamente, dejando alzado el pie, apoyado en el banco, por encima de mi cabeza y yo me froté vigorosamente la verga sobre la ropa, agitándome amorosamente por el suelo. El orgasmo nos llegó casi en el mismo instante sin que nos hubiésemos tocado..."

Historia del ojo. Fragmento

2 comentarios:

Kadosh dijo...

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Ya reportate puerco

Anónimo dijo...

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